Las herramientas de simulación en educación superior permiten a los alumnos desarrollar competencias integrales y ser evaluados en escenarios críticos altamente alineados con los retos que enfrentarán en la vida real.
La simulación de procesos y escenarios es una excelente aliada para los estudiantes y los docentes en todas las áreas académicas de tu institución. Hoy revisaremos qué es exactamente un simulador educativo y cuáles son sus ventajas.
Los simuladores educativos son herramientas que entran en el ámbito del modelo pedagógico experiential learning (aprendizaje experiencial) y su aplicación práctica: learning by doing (aprender haciendo).
Este enfoque, en el que al alumno toma un papel activo en el proceso, ha demostrado ser mucho más eficaz que otros métodos de enseñanza tradicional. Como bien dice una cita atribuida al filósofo Confucio: si escucho, olvido; si veo, recuerdo; si hago, comprendo.
También se ha comprobado que las simulaciones ofrecen muchas de las ventajas de la práctica, pero sin los riesgos que implicaría someter a un alumno poco experimentado a un contexto delicado en el que muchas cosas pueden salir mal.
Dado que los simuladores permiten que los alumnos aprendan a su propio ritmo y brindan feedback inmediato, también pueden considerarse parcialmente dentro de la categoría de herramientas de aprendizaje adaptativo.
Un simulador educativo puede venir en muchas presentaciones que varían inmensamente en niveles de sofisticación e interacción humana; desde un montaje de una situación determinada con actores que saben cómo y cuándo reaccionar, hasta un software de realidad virtual que cambia los parámetros del ambiente de acuerdo con las acciones del usuario.
Por poner un ejemplo, tan solo en el contexto de las ciencias de la salud, existen varios tipos de simulaciones:
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De acuerdo con el famoso teórico de la educación David Kolb, el aprendizaje no es un resultado, sino un proceso en donde se construye el conocimiento a través de la transformación de la experiencia y que necesariamente incluye la resolución de conflictos y cierta clase de intercambio entre las personas y el entorno.
El modelo de la simulación como método de enseñanza y aprendizaje en el aula universitaria puede adoptar muchas formas, pero parte de una metodología que siempre va a incluir:
Todo lo anterior puede resumirse del modo que sigue: un simulador educativo, para ser considerado como tal, debe permitir al usuario entrar en contacto con ciertos elementos de una situación (dependiendo de qué tan complejo sea el simulador) e interactuar con ellos, obteniendo retroalimentación inmediata sobre el resultado de sus acciones.
Por ejemplo, un simulador virtual de una intervención quirúrgica les permite a los alumnos de cardiología practicar operaciones complejas, como un trasplante de corazón, en un entorno lo más similar posible a un cuerpo humano real.
Además, si las maniobras o procesos de los estudiantes no son las correctas, el simulador puede avisar al usuario que algo anda mal, del mismo modo que lo harían los sistemas de soporte de vida en una operación real.
Tres factores importantes al momento de evaluar la calidad y relevancia de cualquier simulador educativo son los siguientes:
Es recomendable integrar los simuladores educativos con otros modelos y estrategias para el aprendizaje siempre que sea posible. Por ejemplo, el trabajo en equipo, el design thinking o la gamificación. De esta manera se refuerza el aprendizaje significativo y se alimenta una poderosa sinergia de motivación.
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Las primeras simulaciones educativas con tecnología analógica se remontan al entrenamiento de los pilotos en aviación militar en la década de los 30´s. Posteriormente, en la segunda guerra mundial, se utilizaron simulaciones para realizar prácticas experimentales de estrategias militares.
No es sino hasta a mediados de los ochenta que los simuladores comenzaron a popularizarse como una herramienta educativa universitaria, sobre todo en las áreas de ciencias e ingeniería, aunque el paradigma de la enseñanza seguía sin experimentar grandes cambios.
Actualmente, a diferencia de la enseñanza convencional, en el contexto del aprendizaje experiencial con simuladores, el maestro no transmite conocimientos expresamente ni expone cómo se resuelven los problemas.
Lo que hace es establecer y explicar claramente objetivos que requieren ciertas competencias clave, y posteriormente guiar a los estudiantes a encontrar la información, adquirir las habilidades y tomar las decisiones necesarias para alcanzar dichas metas mediante prueba y error.
Es interesante mencionar que los primeros simuladores, aunque tenían fines de entrenamiento, sentaron las bases de lo que se convertiría en una de las industrias más boyantes a partir de la segunda mitad del siglo pasado: los videojuegos.
Estos no son más que simulaciones computarizadas de uso lúdico en las cuales el usuario se ve inmerso en un mundo virtual y debe resolver problemas y enfrentar retos mediante el desarrollo de ciertas habilidades y el análisis del entorno. Por ejemplo, desarrollar destreza motriz para enfrentar enemigos o desplegar su intuición cognitiva para resolver acertijos sutiles.
Cabe aclarar que, actualmente, hay muchos videojuegos expresamente diseñados para fines educativos, aprovechando al máximo la motivación en esta clase de procesos cognitivos.
Entre las muchas ventajas de la simulación en la educación destacan las siguientes:
Gracias a los simuladores educativos es posible desarrollar competencias de todo tipo que sería imposible desarrollar solo mediante la teoría, incluyendo hard skills y soft skills, por ejemplo:
Pese a sus muchos beneficios, hay que tomar en cuenta que los simuladores pueden llegar a ser muy costosos por el nivel de esfuerzo y colaboración multidisciplinaria que implica recrear una situación dada con suficientes variables de experimentación.
Los simuladores más económicos también son buenas herramientas, pero aumenta el riesgo de que el estudiante se acostumbre a pasar por alto variables importantes en la situación real, para las cuales el simulador no tiene sensibilidad.
Por ejemplo, en vuelo comercial o en una intervención clínica pueden suceder muchas cosas imprevistas que no se pueden configurar en el sistema.
Pese a esto, no cabe duda de que la simulación en educación es una tendencia que seguirá creciendo de la mano de las nuevas tecnologías, especialmente de la realidad virtual y la inteligencia artificial. Ahora es momento de hacernos las siguientes preguntas:
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Kolb, D. A. (2014) Experiential learning: Experience as the source of learning and development. FT Press.
Salas Perea, Ramón S, & Ardanza Zulueta, Plácido. (1995). La simulación como método de enseñanza y aprendizaje. Educación Médica Superior, 9(1), 3-4. Extraído de: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-21411995000100002&lng=es&tlng=es.