Aunque la cantidad de estudiantes latinoamericanos entre 18 y 24 años matriculados en una institución universitaria incrementó del 21% al 43% en tan solo doce años, las tasas de deserción escolar universitaria en la región siguen siendo de aproximadamente el 50%.
Adicionalmente, se estima que durante la pandemia uno de cada cuatro alumnos tuvo que abandonar la educación superior por falta de recursos y/o problemas de conectividad, lo cual representa unos cinco millones de estudiantes en altísimo riesgo de no poder retomar su carrera.
De acuerdo con el Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC), estas deserciones tienen su mayor porcentaje entre la población vulnerable de sectores medios y bajos, lo cual representa un retroceso en materia de equidad equivalente a una década de esfuerzos para la igualdad.
De acuerdo con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), los jóvenes que abandonan sus estudios tardan más tiempo en encontrar un empleo, reciben menos ingresos y frecuentemente terminan desempeñando actividades informales.
Sin duda, el tema económico siempre ha sido una de las principales causas de deserción escolar en todos los niveles, ya sea porque la familia no cuenta con los recursos suficientes para pagar la matrícula, o porque el estudiante se ve obligado a trabajar tiempo completo para ayudar con los gastos en casa.
Durante la pandemia, miles de personas perdieron sus fuentes de empleo y eso tuvo como consecuencia un impresionante número de bajas en instituciones universitarias, tanto públicas como particulares. En el regreso a la nueva normalidad, se espera que algunos alumnos retomen sus estudios, pero la tasa de reincorporación está lejos de ser del 100%.
Además de esto, otros factores que inciden en la deserción universitaria son la calidad de los estudios previos, el nivel de escolaridad de los padres (es más probable que un estudiante se gradúe si uno de sus cuidadores tiene un título universitario), la distancia de la institución, el nivel de satisfacción con el plan curricular y el estatus familiar.
Es imposible para las Instituciones de Educación Superior (IES) contrarrestar todas las causas de deserción escolar, porque muchas responden a situaciones externas. Sin embargo, sí es posible desplegar algunas estrategias puntuales que realmente ayuden a los alumnos en mayor riesgo a terminar sus estudios.
La posibilidad de tomar las clases y acceder a los materiales de estudio desde cualquier lugar y en cualquier momento es un factor decisivo que ha permitido a miles de estudiantes continuar con su educación.
Sin embargo, el nivel de conectividad no es igual para todos, y muchos alumnos tienen grandes dificultades para encontrar señal o deben invertir un gran porcentaje de su ingreso en datos de internet.
Para combatir la deserción escolar en las universidades, es importante que las universidades inviertan en sistemas de aulas virtuales o plataformas digitales LMS, pero también que ofrezcan soluciones de conectividad a sus estudiantes mediante convenios con los proveedores locales de servicios de internet.
Por ejemplo, muchas empresas de telefonía ofrecen puntos de conexión gratuitos a los usuarios de sus sistemas. Esta infraestructura de conectividad puede ponerse al servicio de los alumnos si las IES generan patrocinios y negocian planes preferenciales.
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Otra de las causas frecuentes de deserción universitaria es que los alumnos no llegan con los conocimientos necesarios para seguir el ritmo de las materias, y al experimentar un bajo rendimiento escolar se desmotivan y abandonan la carrera.
Aunque el proceso de selección implique diversos exámenes de admisión, sigue siendo una realidad que no toda la matrícula tiene el mismo nivel y los alumnos más rezagados están en mayor riesgo de claudicar.
Por ello, es fundamental que las universidades cuenten con planes de tutorías personalizadas y con cursos propedéuticos en las áreas más problemáticas, que suelen relacionarse con ciencias, comprensión lectora, comunicación oral y escrita en idioma extranjero.
También debe ofrecerse la posibilidad a los estudiantes de extender por uno o dos semestres su plan de estudios para poder nivelarse con sus compañeros.
Millones de estudiantes alrededor del mundo necesitan combinar sus estudios con un trabajo de medio tiempo para poder graduarse. Los planes de estudio deben poder adaptarse a esta realidad no solamente desde la gestión de los tiempos, también priorizando que el estudiante obtenga desde el inicio herramientas para acceder a opciones de empleo mejor remuneradas.
Obviamente, estas habilidades especiales para el trabajo temprano van a depender mucho de cada carrera, pero existen dos habilidades con alto potencial de empleabilidad que no debemos pasar por alto: el inglés y las competencias digitales.
El dominio intermedio-avanzado del inglés, por sí mismo, abre muchas fuentes de empleo en sectores como el servicio al cliente y el turismo. Por su parte, las habilidades digitales como la ofimática en la nube, la programación básica y el manejo de CMS permiten acceder a oportunidades remotas en gran variedad de industrias.
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Si bien existe una serie de créditos específicos que deben cubrirse en cada carrera, flexibilizar los planes de estudio de tal forma que el alumno pueda elegir de manera activa las rutas de aprendizaje que quiere seguir es una excelente forma de incrementar su motivación y la relevancia de su aprendizaje.
En lugar de seguir de manera arbitraria una secuencia de materias que pueden resultar abrumadoras por la cantidad de información, los contenidos pueden dividirse en módulos de aprendizaje más granulares que confluyan hacia diferentes objetivos y competencias.
Por ejemplo, los estudiantes de psicología podrían elegir una ruta llamada “Bases biológicas del comportamiento antisocial” o “Bases biológicas del comportamiento reproductivo” de acuerdo con el área que más les interese. Dado que los módulos iniciales para ambas son los mismos, sin importar cuál elija cursar primero, cuando recorra la siguiente ruta ya habrá aprobado parte de los créditos.
La falta de habilidades blandas como la comunicación, la negociación, la asertividad y la autogestión suele potenciar el efecto negativo de las principales causas de deserción escolar. Por ejemplo, si un estudiante está experimentando dificultades económicas, y no cuenta con herramientas de comunicación suficientes para exponer su caso ante la administración y solicitar una prórroga especial, es mucho más probable que termine por abandonar sus estudios.
Los problemas de salud mental, como la depresión o las adicciones, también pueden ser factores que incrementan el riesgo de deserción. Por eso, debemos fomentar el desarrollo de habilidades fundamentales para el bienestar general del estudiante a lo largo de toda su educación superior.
Por ejemplo, aquellas que se relacionan directamente con el autocuidado, el equilibrio personal, las relaciones interpersonales saludables, la espiritualidad y el sentido de vida.
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Es bien sabido que un alto porcentaje de los estudiantes que abandonan la universidad lo hacen durante el primer año y que es más probable que un alumno de bajos recursos no apruebe sus materias.
También sabemos que las jóvenes tienen un riesgo añadido de deserción a causa de un posible embarazo no deseado. De hecho, 36% de los casos de desvinculación escolar en mujeres tienen que ver con la maternidad.
Por eso, no son iguales los recursos de prevención de abandono que tenemos que ofrecer a un estudiante desmotivado en su segundo año de la carrera, que los que necesita una estudiante de bajos recursos en el primer semestre.
Mientras que en el primer caso podría bastar con un programa de tutoría personalizada enfocado a que el alumno encuentre una ruta de aprendizaje que le entusiasme, el segundo caso puede requerir de distintos tipos de apoyo económico, nivelación en habilidades digitales, así como vinculación con servicios gratuitos de planificación familiar.
La correcta recopilación y análisis de datos mediante formularios y estudios socioeconómicos es importante, pero sobre todo lo es tener una comunicación cercana y personalizada con cada estudiante. Estar conscientes de las dificultades que atraviesan y reconocer los enormes esfuerzos que muchos de ellos deben hacer para continuar con sus estudios.
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