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La educación inclusiva es un modelo de enseñanza que se adapta a la diversidad de cada estudiante. Su objetivo es ofrecer a cada uno el mejor entorno posible para su desarrollo integral y para una inserción activa y participativa en la sociedad.
En cualquier institución universitaria hay alumnos con diferentes necesidades académicas, mismas que varían ampliamente dependiendo de sus distintas capacidades, pero también de su contexto sociocultural, económico, familiar, religioso, etc.
Los retos de la educación inclusiva en el nivel universitario pueden ser muchos, ya que este modelo fue originalmente pensado para estudiantes más jóvenes en ambientes escolares en los que tanto los docentes como el personal académico tenían más control directo.
Sin embargo, cada vez más alumnos con discapacidad, pertenecientes a minorías, refugiados o neurodivergentes llegando a la escolarización superior, la práctica de la inclusividad hoy más que nunca también debe adoptarse entre las instituciones de educación superior.
Hoy analizaremos qué significa realmente la inclusividad en la universidad y cinco formas en las que tu institución puede fomentarla y convertirla en parte de su filosofía permanente.
La educación inclusiva es un concepto adoptado por las sociedades democráticas. Reconoce el acceso e inclusión de todos los estudiantes en el sistema educativo como un derecho humano que ofrece a todas las personas las mismas oportunidades de desarrollo.
Estas oportunidades no se limitan a la posibilidad de integrarse al campo laboral y obtener un salario digno, también se extienden a la salud emocional, la construcción de la identidad y la autoestima, así como la adecuada inserción en la comunidad.
Inicialmente, el concepto de educación inclusiva apuntaba principalmente a las adecuaciones pedagógicas y de accesibilidad para personas con alguna discapacidad, por ejemplo invidentes, sordos o jóvenes en silla de ruedas.
Actualmente, abarca un campo semántico y social mucho más amplio que protege e integra también a estudiantes con autismo, inmigrantes, refugiados, pertenecientes a minorías raciales o religiosas, neurodivergentes y con orientaciones sexuales no heteronormadas, entre muchos otros.
La educación inclusiva identifica, visibiliza y combate activamente las posibles barreras que obstaculizan el camino hacia la plenitud de individuos en mayor riesgo de discriminación y/o provenientes de poblaciones vulnerables.
De acuerdo con la UNESCO, “las principales barreras de la inclusión son causadas por la sociedad, no por impedimentos médicos”. Esto aplica al desarrollo académico, social, emocional e incluso físico.
En la mayoría de las ocasiones, son la discriminación y la segregación de quienes son diferentes las que obstaculizan su inserción social y laboral, más allá de las limitaciones propias de su condición.
La educación inclusiva históricamente ha tenido que luchar contra una aversión generalizada frente a las diferencias y la diversidad, lo que causa dificultades a muchas personas en los ámbitos de la movilidad, la accesibilidad de los recursos, la interacción, el sentido de pertenencia e incluso la representación social.
Algunos de los retos puntuales que enfrenta la educación inclusiva en la universidad son los siguientes:
La educación inclusiva universitaria depende de que se creen todas las condiciones para que las distintas necesidades académicas y sociales de los estudiantes sean atendidas de forma integral y suficiente.
Si bien hay aspectos del fomento a la inclusión que no dependen directamente de la gestión universitaria, por ejemplo las políticas presupuestales del estado en el caso de las instituciones públicas, aún hay muchas estrategias internas que podemos llevar a cabo para hacer todo lo que esté en nuestras manos. Aquí te platicamos algunas de ellas:
La universidad no solo se conforma de los alumnos y los profesores. Tanto el personal administrativo, como las familias de los alumnos, la comunidad circundante e incluso las instituciones públicas y privadas que se benefician de la formación profesional y la investigación deben involucrarse y poner de su parte para lograr una educación inclusiva.
Mediante el sentido de pertenencia y la participación activa, debemos transmitir el entusiasmo por garantizar y apoyar la inclusión, y esto implica, entre otras cosas:
En resumen, la inclusión solo puede lograrse cuando se entiende como una misión en la que todos tenemos responsabilidad y capacidad para lograr una diferencia.
Te puede interesar: 👉 ¿Cómo preparar tu institución para el aprendizaje adaptativo?La accesibilidad solía relacionarse con mejorar la movilidad física de las personas con discapacidad. En la era de la información, “accesibilidad” también significa que los recursos digitales y la tecnología cuentan con las adaptaciones necesarias para que cualquier persona pueda acceder a ellos.
En este sentido, la accesibilidad educativa adopta también la noción de ubicuidad para integrar por medio de la tecnología a quienes no pueden asistir físicamente a un aula por la cuestión que sea.
Como instituciones educativas, debemos revisar qué tan accesibles realmente resultan:
La inclusión educativa debe estar entre los temas principales de la capacitación continua de los docentes. Esto significa brindarles las herramientas y recursos necesarios para adaptarse a las características, retos e intereses de cada estudiante. Por ejemplo:
Ver nuestras diferencias como una oportunidad de enriquecer nuestro conocimiento y a nuestra comunidad implica aceptar y celebrar la diversidad, en lugar de tratar de homologar a todos bajo las mismas formas de pensar, aprender y sentir.
Celebrar la diversidad es algo que va mucho más allá de la mera tolerancia. Es un esfuerzo activo de ayudar a cada estudiante a construir y honrar su propia identidad, a fortalecer su autoestima y a alcanzar suficiente visibilización.
Esto puede lograrse de muchas formas, pero todas implican darle voz y voto a cada una de las personas que conforman a la universidad.
Por ejemplo, con ferias culturales, abriendo espacios para charlas tipo Ted Talk, o con protocolos claros de acción frente a cualquier clase de discurso de odio, en lugar de sencillamente ignorarlo hasta que se convierte en agresión o discriminación activa.
Dado que se trata de algo que beneficia a toda la sociedad, es importante abrir nuevos canales y oportunidades para que las empresas y las instituciones públicas y privadas puedan poner en práctica acciones de responsabilidad social para la inclusión educativa.
Constantemente debemos buscar alianzas estratégicas que nos permitan amortizar uno de los retos más grandes de la inclusión, la falta de recursos económicos.
Esto puede lograrse mediante programas de becas, entrenamientos en campo, intercambios, pasantías con enfoque a la contratación, investigación subvencionada, etc.
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Fernández, J.M. (2014) Formación en el ámbito de la diversidad: Capacidades y competencias docentes para la inclusión del alumnado en la educación superior. Nuevas Perspectivas de la Intervención Social y Educativa con Grupos Vulnerables.
Naciones Unidas (1993). Normas Uniformes Sobre la Igualdad de Oportunidades para las Personas con Discapacidad.