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Cuando hablamos de innovación educativa, frecuentemente imaginamos un laboratorio de ingeniería ultramoderno en una prestigiosa institución, o un grupo de estudiantes utilizando complejas herramientas mecánicas.
Pero la realidad es que la innovación en educación abarca mucho más allá de este estereotipo: es una cualidad transversal que permea en todos los niveles y actores educativos, así como en diferentes aspectos inherentes y periféricos al proceso de enseñanza, no solo los relacionados con la tecnología.
La innovación en educación es una de las necesidades más urgentes en todo el mundo, pero principalmente en los países en desarrollo, ya que de ello depende que los estudiantes ingresen al mundo laboral con equidad de oportunidades y suficientes herramientas para el éxito. Innovar también es un factor diferencial clave para las instituciones académicas que quieren asegurar su competitividad y consolidar una buena reputación.
En este artículo analizaremos qué se entiende realmente por innovación educativa, cuáles son sus tipos o áreas principales y algunos ejemplos útiles para comenzar a innovar con herramientas y metodologías asequibles pero efectivas.
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Innovar significa dar un paso más allá de lo conocido, pensar “fuera de la caja” y atrevernos a experimentar con nuevas estrategias que prometen dar mejores resultados. En educación, innovación es todo aquello que promueva un aprendizaje más eficiente, significativo, flexible, personalizado, asequible o con mayor disponibilidad para los alumnos.
La innovación educativa también abarca todas las herramientas o metodologías que intervienen en la formación de profesionistas capaces de transformar su entorno para bien y ofrecer soluciones viables para problemas del mundo real.
Para que algo sea considerado innovador en el terreno de la educación, no basta con que sea “nuevo” o que use tecnología “de punta”, sino que debe cambiar y mejorar sustancialmente la forma de aprender o los resultados del aprendizaje cuando es implementado.
La innovación educativa debe impactar positivamente al alumno y a la institución académica, pero también a la sociedad en general. Estos tres niveles deben tomarse en cuenta al momento de diseñar estrategias de enseñanza innovadoras. Por eso, en primer lugar, es útil hacernos estas preguntas:
A nivel individual, las estrategias innovadoras deben dotar al estudiante de las herramientas que necesitará para desenvolverse en un contexto laboral sumamente cambiante, complejo, impredecible e influenciado por los avances tecnológicos.
Esto no solo incluye conocimientos y habilidades específicas, también una actitud de curiosidad y confianza ante toda clase de retos, que se expresa en acciones concretas y responsables que tienen como consecuencia mejores oportunidades de desarrollo.
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Para la institución, la innovación educativa debe ser sinónimo de mayor competitividad en el mercado, pero también un pilar de su reputación a largo plazo y una herramienta de responsabilidad social.
Es decir, una institución innovadora no solamente tiene más posibilidades de ser elegida por los estudiantes y padres de familia, también es reconocida en su medio como un referente de calidad y como un lugar en donde se incuban proyectos que benefician a toda la comunidad.
Junto con la filosofía de inclusión, la innovación educativa es una de las bases de la equidad y la justicia social, porque no solo nivela las oportunidades de los estudiantes independientemente de su contexto, si pertenecen a una minoría o si tienen alguna discapacidad. También permite impulsar el crecimiento económico y el desarrollo de tecnologías que abordan problemas reales y mejoran la calidad de vida de todos.
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La innovación educativa es un concepto que abarca muchos aspectos relacionados con la enseñanza, no solo las TIC que usamos en el aula. Podemos diferenciar al menos cinco territorios diferentes de innovación que son independientes, pero que deben complementarse unos a otros para ofrecer resultados óptimos:
Comparten una filosofía de aceptación y respeto a las diferencias individuales y a los distintos estilos de aprendizaje. Se trata de estrategias que buscan brindarle sentido humano a la enseñanza, pero siempre tomando en cuenta los retos y desafíos del mundo real.
Algunos ejemplos son: el Design thinking, el aprendizaje basado en proyectos, la educación basada en competencias, el modelo del “aula invertida”, la gamificación y el aprendizaje adaptativo, entre muchas otras.
Por ejemplo, la enseñanza de habilidades STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas por sus siglas en inglés), incluir desde la educación básica materias como programación, robótica o analítica, fortalecer conscientemente las habilidades blandas, o incluso crear nuevas carreras que se adapten mejor a los requerimientos de la industria 4.0.
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En esta categoría entran los pizarrones inteligentes, las aulas virtuales, las bibliotecas interactivas, los programas de inteligencia artificial que dirigen el aprendizaje adaptativo, equipos como impresoras 3D y visores de realidad virtual, etc.
En esta categoría entran los salones de clase que van más allá del típico formato de pupitres, escritorio y pizarrón. Por ejemplo: aquellos cuyo mobiliario puede transformarse y adaptarse a distintos requerimientos, que tienen diferentes áreas destinadas a la reflexión individual, a la colaboración en equipo, a proyectos de mecánica, jardinería, música, entre otros.
Más allá de los estudiantes, los docentes y las instituciones, también los gobiernos y los organismos estatales tienen una gran parte de responsabilidad en la innovación para la educación, habilitando y promoviendo programas que permitan a las escuelas, tanto públicas como privadas, adoptar nuevas tecnologías y mejores metodologías a través de la financiación y la capacitación docente.
Que la innovación educativa se convierta en una fuente de mejores oportunidades para todos depende mucho de que cuente con mejores políticas globales, que incluyan a todos los sectores de la población.Como ya mencionamos, aunque la innovación educativa tiene varias categorías, las estrategias en este sentido suelen ser integrales y abarcar dos o más áreas, particularmente metodológicas y tecnológicas.
A continuación te damos tres ejemplos concretos mediante los cuales puedes comenzar a aprovechar la innovación educativa:
No tienes que modificar todo el diseño curricular de tu universidad de buenas a primeras; puedes empezar integrando conocimientos y habilidades STEM en clases que ya existen, como matemáticas, física o química. Revisa con tus docentes cómo pueden transformar cada clase en una experiencia de aprendizaje significativo directamente relacionada con el mundo real.
Algunas herramientas muy útiles para lograrlo son: los sets de robótica, como Lego Technique, o las impresoras 3D.
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Los proyectos de Design Thinking se caracterizan por tener un pie en las problemáticas más urgentes del mundo real y el otro en la seguridad del aula para experimentar y generar nuevas ideas. Se caracterizan por un elevado componente de empatía y responsabilidad social, además de ser multidisciplinarios.
El objetivo principal del pensamiento de diseño como metodología innovadora es preparar a los alumnos para ser agentes activos y autodirigidos de cambio en el mundo. Una de las ventajas de este tipo de proyectos es que fortalecen la creatividad de los alumnos para sacar el máximo provecho de los recursos que tienen a la mano.
Innovación educativa significa reducción de costos, mayor competitividad, posicionamiento en el mercado, rentabilidad y, sobre todo, compromiso social. Si quieres gozar de todas estas ventajas en tu escuela, te invitamos a que conozcas la amplia gama de soluciones educativas digitales para el aprendizaje que Pearson Higher Education tiene para ti.
Todas nuestras herramientas están enfocadas a que tus alumnos adquieran los conocimientos y habilidades que tendrán mayor demanda y relevancia en el mundo laboral del futuro.
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