La enseñanza en todo el mundo está atravesando un momento decisivo respecto a su papel en la construcción de una sociedad mejor. Las tendencias en educación más importantes no solo buscan la empleabilidad del individuo, sino su participación activa en la solución de los problemas y retos de su comunidad.
Recientemente, la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación de la UNESCO publicó el informe Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato para la educación, en el cual se visibilizan algunas tendencias pedagógicas que, de acuerdo con los expertos, podrán impulsar a la educación como el pilar principal para la transformación positiva de la humanidad y del planeta.
Esta comisión fue creada por la UNESCO en el 2019 con la finalidad de debatir y analizar cómo debería replantearse la educación en una realidad social, cultural y económica cada vez más compleja, incierta y aparentemente impredecible, como la que estamos viviendo actualmente.
Aquí revisaremos los puntos más importantes del informe y, especialmente, las tendencias en educación superior a las que debemos darle mayor fuerza como tomadores de decisión en instituciones universitarias.
Entendemos el término “educación” como la estructuración de la enseñanza y el aprendizaje a lo largo de la vida y, al mismo tiempo, como un contrato social que busca un beneficio común. Anteriormente, dos de los objetivos principales que perseguía eran la conformidad social y la formación para desempeñar una profesión delimitada por un entorno económico estable y predecible.
Sin embargo, gracias a muchos factores, especialmente los cambios tecnológicos, políticos y culturales que están dando paso a la cuarta revolución industrial, este modelo educativo se está quedando cada vez más corto, pues actualmente la humanidad se encuentra de lleno en un entorno denominado “VUCA” (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo, por sus siglas en inglés).
Además, a lo largo y ancho del globo, la educación está fallando una y otra vez en la consecución del que debería ser su objetivo más importante, de acuerdo con la UNESCO: fomentar un mundo pacífico, justo y sostenible, en el que las personas puedan vivir en plenitud y bienestar.
De acuerdo con el reporte, algunos de los problemas más urgentes que la educación debe abordar, especialmente en la formación profesional, son los siguientes:
Cuando decimos que la educación superior tiene que “abordar” estas problemáticas, no nos referimos solo a visibilizarlas o incluirlas en los materiales de estudio, sino a una participación activa y comprometida en la búsqueda de soluciones reales por parte de todos los implicados: alumnos, docentes, personal administrativo, tomadores de decisiones en instituciones y gobiernos, entre otros.
Te puede interesar: 👉 Cambios y tendencias actuales del proceso de enseñanza-aprendizajeActualmente, nos enfrentamos a la triste y preocupante realidad de que la educación universitaria sigue siendo interpretada por muchos como la herramienta que tienen algunos jóvenes privilegiados para seguir accediendo a privilegios laborales y económicos a lo largo de su vida.
Mientras la sociedad y las universidades sigan promoviendo la educación superior como una herramienta para obtener mejores condiciones individuales, sin tomar en cuenta su papel fundamental en la construcción de una sociedad más justa y equitativa para todos, difícilmente será posible un replanteamiento profundo de sus objetivos y sus metodologías.
Bajo esta lógica, podemos plantear 7 grandes tendencias educativas que ya son una realidad incipiente en muchas instituciones, pero que requieren un impulso mucho más sólido por parte de los actores involucrados, así como esfuerzos y recursos adicionales.
Es necesario replantear no solo los objetivos de la educación, sino la estructura mediante la cual opera y que históricamente ha colocado al docente y al currículum en una posición inflexible de superioridad.
La formación no solo debe tratar de transmitir conocimientos y desarrollar algunas habilidades puntuales, sino, sobre todo, de formar seres humanos con la capacidad de acceder y contribuir a los conocimientos comunes, es decir, aprender a aprender.
Esto implica una actitud participativa y una inercia de aprendizaje autogestivo a lo largo de toda la vida, no solo durante la educación superior. Son muchas las metodologías y tecnologías que pueden ponerse al servicio de esta meta, por ejemplo el aula invertida, el design thinking y los planes de estudio flexibles.
El término “decolonialismo” es propio del pensamiento posmoderno y, a grandes rasgos, implica la habilidad de conocer qué tanta opresión, violencia, perpetuación de las desigualdades se está ejerciendo desde los contextos institucionalizados o “de autoridad”.
Descolonizar los planes de estudio implica una profunda revisión de los principios y paradigmas que guían nuestra manera de enseñar y que no van en sintonía con la integración del conocimiento en un mundo complejo e interrelacionado, desde una postura de profundo respeto al individuo y su entorno.
Esto significa, entre otras cosas, adaptar la educación a las necesidades locales, resistir discursos guiados por saberes hegemónicos que apuntan a la explotación, rechazar jerarquías arbitrarias y difuminar las barreras innecesarias y los límites no esenciales entre los diferentes cuerpos de conocimiento.
Cada vez es más evidente que la educación no solo debe enfocarse en las capacidades intelectuales, sino también en las emocionales, sociales y morales. De nada sirve tener muchos conocimientos si los pondremos al servicio del beneficio a corto plazo de algunos pocos.
Además de las habilidades blandas como la comunicación y el liderazgo -que se están convirtiendo en una de las prioridades de la formación por su impacto en la empleabilidad- la ética y la responsabilidad social también deben desarrollarse al máximo posible.
Esto significa educar no solo para el éxito, sino también para el cuidado del medio ambiente, para ser sensibles y participativos con las problemáticas de nuestra comunidad y para la cooperación y el trabajo en equipo en la búsqueda del bienestar social.
La alfabetización digital básica es una tendencia educativa que se está convirtiendo en uno de los requisitos más importantes para acceder a educación y empleos de calidad. Mientras que esta debe ser una de las prioridades de los gobiernos y de las instituciones de educación básica, al llegar a la etapa universitaria el énfasis debe ponerse en la alfabetización digital avanzada.
Esta ya no busca solo disminuir la brecha entre las personas más favorecidas y menos favorecidas de una región, sino ayudar a nivelar las oportunidades de desarrollo e innovación entre los profesionistas de todo el mundo, gracias a habilidades de alta demanda como la programación y el análisis de datos, independientemente de cuál sea su campo de estudio.
Más allá de las soluciones técnicas o metodológicas que podamos desarrollar desde nuestra área de especialidad, debe subyacer un profundo compromiso con la dignidad humana, la pluralidad y la diversidad, si queremos orientar dichas acciones hacia el bien común, más allá de nuestros estereotipos y prejuicios.
El pensamiento crítico es una de las habilidades más importantes para lograr este posicionamiento a favor de los derechos humanos en todo lo que hacemos, junto con la ciudadanía activa, es decir, aceptar y actuar en consecuencia de la responsabilidad que tenemos hacia nuestra comunidad y hacia el mundo, sin quedarnos indiferentes.
Para lograr esto, las universidades necesitan reconocer la importancia de áreas como las humanidades, las artes, la diversidad lingüística y la movilidad estudiantil internacional en todas las carreras que imparten.
Por un lado, la formación universitaria debe estar fuertemente enfocada al desarrollo activo de soluciones reales y viables para los problemas más apremiantes de nuestro entorno. Por otro lado, esta búsqueda de respuestas no puede constreñirse a un solo campo de estudio, porque en la vida real los problemas suelen ser complejos y responder a una combinación de causas, no solo a una.
Por esta razón, el aprendizaje basado en problemas (ABP) debe interdisciplinario, permitiendo que los alumnos aprovechen toda clase de saberes y puntos de vista para lograr soluciones más creativas y eficientes, así como ser pioneros en campos de estudio que conjuguen áreas de conocimiento distintas, por ejemplo, la bioingeniería o la ciencia de datos aplicada a la salud mental.
Finalmente, pero no menos importante, como otra de las tendencias educativas, las instituciones universitarias deben aprovechar la interconexión e interdependencia actual del conocimiento con la tecnología, invirtiendo en soluciones digitales que ayuden a los docentes y estudiantes a centrar sus energías en lo más importante: aprender a aprender y entender cómo aplicar ese conocimiento a los problemas de la vida real.
Es necesario subrayar que, si bien la tecnología puede impulsar mucho a la educación, no sustituye de ningún modo el factor humano, creativo y sensible que puede aportar un docente competente, así como la socialización entre pares.
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Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (2021) Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación. Extraída de: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000381560