Los niños y las emociones, ¿cómo ayudarlos a manejarlas?

  • Fecha de publicación: 7 de marzo de 2022
Los niños y las emociones, cómo ayudarles a gestionarlas
Dirigidos a Maestros
Tiempo de lectura: 10 min.

La inteligencia emocional en niños no se desarrolla de la noche a la mañana, igual que la motricidad fina, las habilidades cognitivas y sus talentos. Es un proceso que requiere apoyo incondicional, así como el ambiente adecuado. 


Los pequeños apenas están aprendiendo a descubrir el mundo, tanto el interno como el externo. Los niños y las emociones se relacionan de una manera muy especial que a veces los adultos olvidamos, dando por sentado que, al igual que nosotros, saben cómo controlarlas. 

Hoy compartiremos algunas estrategias generales para lograr un mejor manejo entre los niños y las emociones, ya sea en el aula o en casa.

¿Cuáles son los componentes de las emociones en los niños?

En los niños, las emociones constan de dos grandes aspectos: la sensación subjetiva y la manifestación objetiva. Es decir, lo que están experimentando internamente, a lo que muchas veces aún no saben ponerle nombre, y la actitud o acciones que toman en consecuencia.

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La mayoría de los adultos hemos aprendido a modular o incluso reprimir la manifestación externa de las emociones. En algunos casos, incluso a ignorarlas o a evitar la sensación subjetiva. Pero como los niños pequeños aún no saben controlarlas, casi siempre que experimentan una emoción fuerte se van a dar cuenta de ello y lo van a expresar de una u otra manera. 

A partir de los dos años los niños comienzan a desarrollar habilidades (sanas) y/o mecanismos de defensa (patológicos) para lidiar con sus estados de ánimo. Sin embargo, los pequeños varían inmensamente tanto en la intensidad con la que sienten las cosas como en la manera en que reaccionan a ellas

Por ejemplo, una niña de edad preescolar puede sentirse triste y decepcionada si una compañera no quiere jugar con ella y expresarlo abandonando la mesa de juegos. Otra niña de la misma edad podría montar en cólera y expresarlo subiéndose a la mesa y aventando los juguetes de la compañera. 

Los niños y sus emociones sin duda son una de las fuentes de información más valiosas para la psicología y el desarrollo humano. Ellos se relacionan con lo que están sintiendo de un modo mucho más directo y espontáneo, lo que nos permite explorar los mecanismos de la emoción y moldearlos de forma más asertiva.

¿Cuál es la importancia de ayudar a los niños a manejar sus emociones?

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Como ya vimos, la emoción consta de una parte subjetiva y de una parte comportamental. Existe el mito ampliamente extendido de que el manejo de las emociones significa erradicar su expresión externa, pero esto es completamente falso. 

Hoy en día, gracias a las investigaciones de figuras como Daniel Goleman y los lineamientos de Colaboración para el aprendizaje académico, social y emocional (CASEL), sabemos que la inteligencia emocional es tan importante como la inteligencia en otras áreas. 

Las emociones pueden y deben expresarse de manera clara pero no destructiva y las crisis, de hecho, son momentos clave para desarrollar nuevas habilidades de inteligencia emocional para niños. 

De acuerdo con Julie Gottman, fundadora del Instituto Gottman de Coaching emocional familiar, los niños que aprenden un buen manejo de sus emociones desde pequeños: 

  • Tienen periodos más largos de atención sostenida y dedicación en una tarea. 
  • Son menos susceptibles al estrés. 
  • Pueden resolver por su cuenta conflictos con niños de la misma edad o menores. 
  • Tienen mejor autoestima.
  • Son más cooperativos y empáticos con los demás.
  • Tienen más probabilidades de convertirse en líderes. 
  • Tienden a cuidar a los demás.
  • Muestran menos problemas de conducta en la adolescencia.

¿Cómo NO manejar las emociones en los niños?

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Para manejar las emociones pueden desarrollarse habilidades asertivas, pero sin una guía y un ambiente adecuado, en lugar de habilidades el niño puede terminar desarrollando mecanismos de defensa desadaptativos.

Es muy importante que los padres y los docentes comprendan que manejar las emociones no significa:

  • Evitarlas: es decir, sobreproteger al niño para que en ningún momento se sienta abrumado por ninguna clase de enojo, miedo o frustración. Esto, lejos de ayudarlo, lo deja sin herramientas para un futuro en el que inevitablemente se topará con situaciones capaces de detonar estas emociones. 
  • Minimizarlas: decirles cosas como “no es para tanto” los deja con la sensación de que hay algo inadecuado en la intensidad con la que experimentan sus emociones y los lleva a intentar reprimirlas.

  • Reprimirlas: cualquier mensaje que se pueda interpretar como un “no debes expresar tus emociones” suele tener como resultado no que se detengan las rabietas, sino que el niño no encuentre ninguna forma de expresar sus emociones correctamente y estas terminen por desbordarse de nuevo.

  • Ignorarlas: las emociones intensas son nuevas y sobrecogedoras para los niños, no debemos ignorarlas porque esto equivale a “dejarlos solos en la habitación con el monstruo”.
    Mucho menos debemos fomentar el mecanismo de defensa de ignorar sus propias emociones como si no estuvieran allí. Todos necesitamos ser capaces de comunicarnos con lo que estamos sintiendo para poder tomar mejores decisiones en la vida.

  • Juzgarlas: asumir que hay emociones “malas” o “vergonzosas” es peligroso porque para los niños es muy fácil hacer la siguiente asociación: “si estoy sintiendo algo malo, entonces yo soy malo”.

Las llamadas emociones “negativas”, aunque preferimos no sentirlas, a veces son la respuesta más adaptativa posible porque nos movilizan al cambio y a defendernos cuando es necesario. Son herramientas evolutivas que hay que aprender a usar, no a eliminar.

En muchas ocasiones, la secuencia de manejo emocional en el niño se resuelve de manera natural y positiva, siempre y cuando se sienta acompañado y seguro. Si un adulto trata de bloquear inmediatamente sus reacciones de miedo, tristeza o enojo, o incluso sus despliegues de alegría o cariño, es más probable que interfiera con el proceso y comience a inocular patrones defensivos.

¿Cómo SÍ manejar las emociones en los niños?

como-manejar-emociones-en-ninosLa manera correcta de acompañar a un niño en el manejo de emociones negativas, complejas o desbordadas es la siguiente:

  • Reconocerlas: es decir, verbalizar que nos damos cuenta de cómo se siente el niño, y ayudarle a ponerle nombre a esas emociones que quizá todavía no entiende. 
  • Validarlas: hacerle ver que es perfectamente normal que a veces experimentamos emociones negativas y complejas en determinadas situaciones. Al mismo tiempo, sirve para recordarle que los sobresaltos emocionales son transitorios y que estamos allí para acompañarlo en el proceso.

  • Contenerlas: cuando la expresión de las emociones es demasiado intensa o contraproducente, antes de comenzar a inspeccionarlas es importante contenerlas, ya sea mediante un abrazo, un “tiempo fuera” o alguna otra estrategia no agresiva.
  • Inspeccionarlas: profundizar en lo que el niño está sintiendo y por qué. El niño debe poder generar un modelo de causa-efecto que le ayude a ganar control sobre la situación y a determinar si la forma en que se está expresando es o no adecuada.

  • Moldearlas: mediante estrategias de retroalimentación o feedback para volver más manejable la experiencia subjetiva, y cognitivo-conductuales para adaptar la expresión objetiva de forma más asertiva.

Los niños y las emociones: 5 estrategias para que aprendan a manejarlas desde pequeños

“Cómo enseñar a los niños a controlar sus emociones” es un tema del que se ha investigado y escrito en abundancia. Independientemente de las técnicas de contención específicas que puedan existir, el manejo adecuado de las emociones parte siempre de una filosofía de aceptación, respeto y cariño

Es importante señalar que, antes de querer controlar las emociones de un niño, es fundamental asegurarnos de que está en un ambiente sano y adecuado para él y que todas sus necesidades están cubiertas. En el aula y en casa, no pierdas de vista estos aspectos:

  1. Enseñar con el ejemplo

    icono-autonomiaSi los niños ven que los adultos no presentan emociones negativas o intensas nunca, cuando ellos mismos las experimenten van a sentir que son anormalidades. Igualmente, si crecen en un ambiente en el que los mayores pierden la calma con frecuencia, aprenderán que las emociones no son controlables. 

     

    Tratar de ocultar nuestras emociones a los niños generalmente los deja muy confundidos, porque queramos o no enviamos señales contradictorias con nuestras palabras y con nuestra actitud y lenguaje corporal.

     

    La mejor manera de enseñar control de emociones es aprender a manejarlas sanamente nosotros mismos primero: sin reprimirlas ni negarlas, pero expresándolas de forma asertiva. Por ejemplo: “Estoy molesta porque no recogiste el material de tu escritorio para la siguiente actividad. Eso me hace sentir que no me escuchas y que no te importa lo que te diga la maestra”.

     

    También es buena idea compartir con ellos no solo cómo nos estamos sintiendo, sino qué estamos haciendo para manejar ese enojo o esa tristeza: “Voy a tomarme cinco minutos afuera para calmarme un poco, después regresaré y veremos juntos cómo arreglar esta situación”.

  2. Contener desde la empatía

    icono-valoresLimitar una conducta inadecuada o destructiva no equivale a prohibir la expresión de la emoción subyacente. La mejor manera de contener es encauzar la parte comportamental a acciones que ayuden a regular la parte emocional, pero sin pretender bloquear ninguna de las dos. 


    Por ejemplo:Entiendo que te sientas muy enojado porque tu hermana no quiso jugar contigo, pero no puedo permitir que le arrebates sus juguetes, eso la asusta y la entristece. ¿Te parece bien si mejor te abrazo mientras se van las ganas de llorar y de gritar?”.

  3. Enfrentar consecuencias y buscar soluciones

    icono-fuerzaUna vez que la emoción está contenida es importante regresarle el control al niño, haciéndolo consciente de las consecuencias de sus actos, ayudándolo a buscar soluciones o brindándole opciones adecuadas para su edad, pero entre las cuales pueda escoger con libertad. 


    Por ejemplo: “Veo que ya te sientes un poco mejor y estás más calmado ¡muy bien! Lograste manejar tu enojo. Ahora es importante que le pidas una disculpa a tu hermana para que ella también se sienta mejor. Si no quiere jugar contigo, puedes sacar tus bloques o mirar algunos videos, ¿qué te gustaría más?


    Es esencial aclarar que las soluciones que ofrecemos como adultos siempre deben estar en sintonía con los valores que estamos queriendo inculcar en el pequeño, así como con sus intereses personales y los objetivos a mediano y largo plazo.
  4. Elogio y recapitulación del aprendizaje

    icono-proactividadDespués de una situación de contención y manejo de emociones en niños, nuestro trabajo como adultos no ha terminado. Ahora que el niño está más calmado y con mejor estado anímico, está más receptivo para transformar ese episodio en inteligencia emocional y consolidar sus valores


    Para ello, el elogio y la verbalización del aprendizaje son excelentes herramientas que no debemos olvidar: “¿Recuerdas hace rato que te enojaste con tu hermana, pero en lugar de seguir arrebatando sus juguetes viniste a calmarte con un abrazo? Estoy muy orgulloso de ti, eso me dice que quieres mucho a tu hermana y que estás aprendiendo a actuar como un niño más maduro”.

En Pearson, queremos invitarte a que conozcas nuestras estrategias de desarrollo emocional para niños. Te permitirán ofrecer un gran valor añadido en tus aulas y ayudarán a tus alumnos a comunicarse mejor, resolver conflictos y mejorar su autoestima.


Referencias

Child Mind Institute (2022). Disruptive Behavior: Why It is Often Misdiagnosed

Tantrums and defiance may mask issues that aren't apparent to teachers and parents

https://childmind.org/article/disruptive-behavior-why-its-often-misdiagnosed/

Mavroveli, Stella (2010) Trait emotional intelligence, psychological well-being, and peer-rated social competence in adolescence.  The British Psychological Society https://doi.org/10.1348/026151006X118577

 

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