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En los últimos años, las instituciones de educación superior están poniendo mayor atención al desarrollo de la creatividad: uno de los recursos intelectuales más apreciados hoy en día por los beneficios ofrece en el terreno académico y profesional.
En esta ocasión abordaremos algunas razones importantes de por qué la creatividad no solo debe ser parte de la formación educativa a nivel superior, sino que además está destinada a convertirse en una de las habilidades más demandadas por las empresas en el ámbito laboral.
Todos los seres humanos nacemos con un grado de creatividad, pero no siempre contamos con la oportunidad de desarrollarlo en el terreno educativo, algo que con el tiempo puede limitar nuestro desarrollo académico y profesional.
Desde hace algunos años, el pensamiento creativo ha llamado la atención de científicos y pedagogos, pero también del mundo empresarial: hoy en día, las empresas más innovadoras consideran la creatividad como una de las habilidades más solicitadas para contratar profesionales, sobre todo por su capacidad para ofrecer ideas alternativas en la resolución de problemas.
Pero, cuando hablamos de “creatividad” ¿a qué nos referimos realmente?
La palabra surge de los términos creatio y creare, y hacen referencia al acto de producir o dar origen a algo nuevo. Por mucho tiempo la creatividad se relacionaba solamente con aspectos artísticos y filosóficos, pero a partir del siglo XX comenzó a tener relevancia en todas las áreas del desarrollo humano.
Existen cientos de definiciones de creatividad; de hecho, no fue hasta 1961 que el término apareció por primera vez en el diccionario Webster, y a partir de ese momento, diversos autores desarrollaron sus propios conceptos. Entre los aceptados destacan el de Abraham Maslow, quien considera que existen dos tipos de creatividad:
El segundo caso tiene mayor relevancia para la educación superior porque implica un proceso de preparación, es decir, del desarrollo de técnicas de creatividad que le permitan al estudiante ejercer la creatividad para alcanzar un fin determinado.
Desde mediados del siglo pasado, cientos de autores se han dedicado a estudiar la creatividad desde una perspectiva humanista, pero también como uno de los recursos intelectuales más importantes para la vida personal y profesional.
Sería imposible abordar aquí a todos estos expertos en creatividad, pero lo que sí podemos hacer es retomar a aquellos que han tenido mayor influencia en la educación reciente, como es el caso de Ken Robinson.
El escritor y asesor internacional en educación, Ken Robinson, dedicó toda su vida a estudiar cómo funciona la creatividad en el ámbito educativo, en libros como El elemento, y Escuelas creativas, nos explica de manera detallada cuáles son los aspectos clave para que los estudiantes puedan desarrollar la creatividad en la escuela. Estos son algunos de ellos:
En su libro Encuentra tu elemento, hace hincapié en la necesidad de hallar precisamente ese “elemento que nos apasiona para hacer las cosas”, ya que sin él es muy difícil que la creatividad pueda hacerse presente.
Ese elemento no es solamente aquello que más nos gusta hacer, también se refiere a aquello para lo que tenemos pasión, pero también actitudes y aptitudes. Es decir, a esa actividad que no realizamos por obligación, sino como parte de un objetivo de vida.
Una vez que nos acercamos a ese “elemento”, la creatividad se convierte en el motor que impulsará todas las acciones para desarrollarlo. “Sin pasión no hay creatividad” decía Robinson, porque no es posible ser creativo en un entorno escolar donde las actividades no son significativas o no representan algo importante para los alumnos.
Apasionarse por algo no es suficiente, también es necesario involucrar dos aspectos que le harán saber al estudiante si aquello que le apasiona, si ese “elemento” que les da sentido a sus propósitos es el correcto.
Muchos estudiantes pueden tener habilidades y ser aptas para una carrera, pero al mismo tiempo no contar con la paciencia o el interés, es decir, no tienen actitud, e incluso vocación, lo que hará que con el tiempo terminen por abandonar cualquier proyecto.
Del mismo modo, hay estudiantes que pueden tener las mejores intenciones en su carrera, pero sus habilidades, conocimientos y destrezas no son las mejores en esa área, lo que también ocasionará que con el tiempo se desanimen y pierdan el interés.
En ambos casos, será difícil que la creatividad pueda desarrollarse plenamente, ya que deben existir previamente las condiciones para que surja como parte del proceso de aprendizaje.
Durante mucho tiempo se tuvo la falsa creencia de que la creatividad era un proceso limitado solamente al terreno artístico o intelectual, un recurso para artistas y filósofos, pero ajeno a otras áreas como las ciencias.
Hoy en día sabemos que la creatividad influye en todas las áreas académicas, sin excepción alguna. De hecho, es en las ciencias relacionadas con las matemáticas, la informática y el desarrollo computacional donde actualmente se exige a los profesionales contar con altas habilidades creativas.
Esta idea es bastante innovadora, sobre todo si tomamos en cuenta que siempre se ha creído que la creatividad es un recurso para la educación, mientras que la propuesta de Robinson propone lo contrario: que la educación se vuelva un recurso para desarrollar métodos y técnicas creativas.
Otro “mito” sobre la creatividad consiste en creer que es un recurso abstracto, es decir, una especie de “euforia de inspiración” que les ocurre a los alumnos de forma espontánea a mitad de una clase y, por consiguiente, no hay manera de medir o analizar.
En su libro Escuelas Creativas, Robinson señala que no basta con proponer dinámicas o técnicas de creatividad como si fueran solo un recurso para que los estudiantes aprendan mejor. También es necesario medir los progresos y evaluar la calidad de los resultados.
En el caso de los estudiantes universitarios, que están expuestos constantemente a proyectos relacionados con su carrera, la creatividad se puede medir en función de sus resultados: se pueden establecer rúbricas de evaluación enfocadas a la forma creativa en que realizan un proyecto o resuelven un problema académico.
En una evaluación de creatividad intervienen muchos factores, como la capacidad de los alumnos para autoevaluar sus propios procesos, establecer registros de avances y retrocesos. Esto quiere decir que sea capaz de aceptar y analizar sus errores para que, de forma creativa, busque otras soluciones alternativas.
Ahora tenemos más claro que la creatividad no es una actividad espontánea y abstracta, más bien es una habilidad que requiere de preparación, lo que implica que en las aulas universitarias podamos destinar tiempo académico a enseñar técnicas de creatividad apropiadas, dependiendo de la carrera o área de estudio.
Aunque puede parecer obvio que la creatividad es un recurso muy valioso en la educación superior, no siempre se tiene claro cuáles son las razones principales para fomentarlo dentro de las aulas universitarias. Por eso consideramos importante señalar 3 razones fundamentales para enseñar técnicas de creatividad en la universidad.
Una de las características que definen a las nuevas generaciones es la cultura de la innovación. Richar Florida, experto en economía, en su libro La clase creativa, señala que actualmente la economía no se rige por aquellas personas que trabaja más, sino por aquellas que son más creativas.
Dentro de esta clase incluye a profesores universitarios, expertos en tecnología, ingeniería, informática, marketing y publicidad, entre otros. Hablamos de actividades que requieren personas capacitadas para tomar decisiones eficientes, trabajar en equipo, coordinar proyectos de largo alcance que no siempre vienen con un “manual de instrucciones”, por lo que en todo momento deberán recurrir al uso de técnicas de creatividad para obtener buenos resultados.
Desde el 2018, el Foro Económico Mundial publicó su reporte anual sobre el futuro de los empleos a nivel mundial, en donde señaló que el 25 % de las actividades productivas se han automatizado, por lo que se estima que para el 2025, alrededor de 75 millones de personas podrían perder su empleo, ya que serían sustituidos por tecnología inteligente.
Es un hecho que los empleos del futuro estarán destinados para las personas creativas, capaces de tomar decisiones y resolver problemas para los cuales incluso no se haya inventado una solución todavía.
Enseñar a los estudiantes de educación superior la mayor cantidad de técnicas creativas les ayudará a generar nuevos hábitos de estudio, más enfocados a la producción de nuevas ideas que a la generación de conocimiento lineal.
El objetivo de la educación superior no es solo ampliar los horizontes académicos del estudiante, sino también ofrecerle la mayor cantidad de alternativas de crecimiento personal y profesional.
Esto implica que el proceso de aprendizaje no se limite solamente a enseñar los contenidos relacionados con una carrera universitaria, sino también, enseñar a los alumnos a pensar desde distintos puntos de vista en todas las posibilidades que esa carrera les ofrece a nivel personal, social y profesional.
Es lo que se conoce como pensamiento heurístico, donde el razonamiento creativo tiene mucha participación, porque lo que se pretende es hacer que los estudiantes no solo vean su carrera como el recurso para obtener un empleo, sino también como la posibilidad de ampliar sus planes de vida hacia objetivos más ambiciosos.
Y para lograr que esto suceda, es indispensable que en el proceso de aprendizaje intervengan técnicas de creatividad, dinámicas que puedan retar la imaginación de los estudiantes y estimulen el pensamiento divergente.
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